«Érase una vez tres Reyes que vieron una estrella; ellos sospecharon que algún ser importante había nacido. Se pusieron en camino y llegaron a la ciudad. En la ciudad la estrella se paró. Uno de los reyes, atraído por la fascinación de la ciudad, se dejó llevar por sus reclamos de diversión, de entretenimiento. Allí se extravió. A otro de los reyes le dio sueño, y se quedó dormido. Sólo uno estuvo vigilante. A media noche la estrella se echó a andar y sólo él se puso en camino. Cuando ya había andado mucho tiempo, la estrella se detuvo en el descampado junto a una casita. El rey quiso averiguar, preguntar, y se dio cuenta de que en la casa había ángeles, vio que revololoteaba gente con alas. Abrió la ventana uno de ellos y enseguida el rey preguntó: Vengo buscando un ser misterioso que ha nacido, esta estrella me anuncia que un ser muy sobresaliente ha nacido. ¿Tenéis alguna noticia de él? El ángel le dijo. «por aquí pasó». Cuando escuchó aquello el rey se quedó muy triste y el ángel le consoló: ¡No te preocupes, hombre, porque el rey que ha nacido es tan original que ha hecho de cada ser humano su propio palacio, tú eres el palacio de ese rey!»
José Fernández Moratiel. O.P.