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El Reino de Dios en las parábolas de Jesús. III Los obreros de la Viña.

III. LOS OBREROS DE LA VIÑA

«¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?» (Mt 20,15b)

San Mateo nos dice que el Reino de los Cielos es semejante al propietario que al amanecer de un día contrata obreros para su viña, ajustando el jornal de un denario. Esta operación la repite a la hora tercia, ofreciendo “lo que sea justo”. Vuelve a las horas sexta y nona, y hace lo mismo, ya sin ofrecimiento. Todavía, a la hora undécima, manda a la viña a los que quedaban en la plaza. Así, estos últimos trabajan una hora.

Al terminar el día, para sorpresa general (¿incluso de nosotros?), todos los trabajadores perciben el mismo salario: un denario.

Esta parábola de Jesús, que se conoce también con el nombre de “la hora undécima” y solo se encuentra en san Mateo, tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, que cuidaba muy mucho  el salario del jornalero. Así, en el libro del Levítico se lee: “No retendrás el salario del jornalero hasta el día siguiente” (19,13). Y en el Deuteronomio: “Le darás cada día su salario; no se pondrá el sol sobre esa deuda, porque es pobre, y de ese salario depende su vida” (24,15). El Eclesiástico: “Vierte sangre quien quita el jornal al jornalero” (34,22).

Veintiún siglos después, en las plazas de algunas de nuestras ciudades y pueblos, hay trabajadores que aguardan al amanecer que algún propietario los envíe a su viña. No irán todos.    

De un lado, la justicia distributiva que predica Jesús para su Reino es un don gratuito de Dios porque el Reino es un puro don suyo. De otro, los obreros de la última hora tienen que llevar a su casa el jornal de ese día. Su familia espera. Y entonces entra en juego la misericordia del propietario. Y nos dice Jesús que “así de bueno es Dios”.

En el mundo en que vivimos, en “el ya, pero todavía no”, tenemos que hacer todo lo posible porque el Reino se haga realidad. Para comprender que es para los primeros que estaban a sus puertas y también para los que llegan a última hora. Para entender que ese Reinado, en palabras del Papa en homilía de Santa Marta (1-11-2017), es siempre “una sorpresa”, porque ese es un don dado por el Señor.

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