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El Reino de Dios en las parábolas de Jesús. II El sembrador.

II. EL SEMBRADOR

«¿No entendéis esta parábola?» (Mc 4,13)
Los tres evangelios sinópticos relatan la parábola del sembrador. El texto es conocido: una parte de la siembra cae al borde del camino, otra, en terreno pedregoso, otra entre espinos y, finalmente, otra en tierra buena. Solo la que cayó en esta última produjo fruto, y lo hizo en abundancia: treinta, sesenta, cien.
Jesús proclama el Reino de Dios, en primer lugar, con la palabra. Los relatos evangélicos ponen en su boca varias figuras narrativas, siendo a veces difícil de distinguir unas de otras. Eso ocurre, en particular, entre la parábola y la alegoría. Como ejemplo, señala José A. Pagola que, en una parábola, el sembrador es un sembrador; en cambio, en la alegoría, el sembrador es el Hijo del hombre.
A veces, da la impresión en el texto de la parábola que todo se centra en el campo que acoge y no en la semilla. Jesús lo que quería era transmitir una total confianza en la fuerza de Dios que nos llega a través de su Palabra. Nuestro problema es saber recogerla. No mirar para otro lado.
A preguntas de los que lo rodeaban y de los Doce, Jesús explica el claro sentido de la parábola. Jesús decía (y nos dice) que, pase lo que pase, la Palabra de Dios siempre produce fruto; basta acogerla desde nuestras posibilidades. Unas veces producirá más y otras menos, pero siempre podrá ser luz de nuestra vida.
Y hay una sentencia dura en Marcos (“por más que miren no vean, por más que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone”), suavizada en Mateo, que procede de una cita del profeta Isaías (Is 6,9-10). Según E. Schillebeeckx el “no ver” o “quedar ciego” era una imagen de la cerrazón culpable a la revelación de Dios. Por el contrario, “ver” era la imagen del acceso del hombre a la salvación ofrecida.  
El Papa Francisco, en el Angelus del 12 de junio de 2020, llama al Sembrador “la madre de todas las parábolas”.  

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