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El Reino de Dios en las parábolas de Jesús. VI El banquete de bodas.

VI. EL BANQUETE DE BODAS

 

«Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos» (Lc 14, 13)

Ya en Jerusalén, después de la expulsión de los vendedores del templo, san Mateo recoge la parábola del banquete de bodas, que inicia como otras veces con las palabras de “El Reino de los Cielos se parece a…”

Un rey, que celebra la boda de su hijo, manda por dos veces a sus criados para que los invitados acudan a la boda. Éstos no hacen caso. Incluso llegan al extremo de maltratar y matar a los siervos enviados.

Los evangelistas, en su afán por acentuar los contrastes, basándose en detalles  de la vida cotidiana, suelen hacer uso de la exageración. Los relatos están impregnados de hipérbole. En este caso de la boda real no se explica de otra manera la conducta de esos invitados, primero despreciando la invitación nada menos que del rey y después matando a los siervos e incendiando la ciudad.             

San Lucas también recoge esta parábola de la Gran Cena, situándola antes de llegar a Jerusalén, en lo que podría ser la tercera etapa del camino. Aquí no hay boda ni rey, sino un gran banquete que da “un hombre”. Las excusas para no asistir son más detalladas.

Tradicionalmente, el símbolo del banquete celestial designaba la felicidad del tiempo futuro, cuando se revelara el reino de Dios (Is 25, 6), aspiración latente en el Antiguo Testamento. Y Jesús hace uso de ese simbolismo en varias ocasiones.

En el evangelio de Mateo, vemos que el rey, ofendido, reacciona de manera más que exagerada. Se ha pensado que el autor rompe la línea argumental para referirse a la guerra judía (67-70) y a la destrucción de Jerusalén por los romanos. 

En el de Lucas, el hombre indignado manda traer al banquete a los pobres, lisiados, ciegos y cojos, y, como todavía queda sitio, dice que busquen por caminos y senderos, hasta llenar la casa.

La alegoría juega un papel importante en esta parábola. Según Meier, que ha hecho un profundo análisis del relato, los muchos invitados a los que son enviados los siervos (los profetas) parece ser el pueblo de Israel en su conjunto; a los que no se dará segunda oportunidad; se invitará a otros, el Reino se abrirá a todos los pueblos.

Papa Francisco (santa Marta 7-11-17): “El dueño de la casa es tan amoroso que en su gratuidad quiere llenarla”.

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