XII. CONCLUSIÓN
«¿Cuándo va a llegar el Reino de Dios?» (Lc 17,20)
Hace poco más de dos meses iniciamos esta mirada a las parábolas de Jesús que nos hablan del Reino de Dios. Ya advertíamos que, en definitiva, todas ellas lo hacen.Porque es de eso de lo que habla todo el evangelio. Creemos firmemente que, como entonces decíamos en palabras del Papa, a Cristo no se le puede entender sin el Reino que nos vino a traer.
A las multitudes que le seguían, a los escribas y fariseos, al pueblo judío, no les eraextraña esa expresión de Reino de Dios. Existía un anhelo de su llegada, basado en una tradición fuerte, que se esperaba con ansia. Por eso no eran raras aquellas palabras de Jesús de “se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios”. El profeta Isaías, en el bellísimo anuncio de salvación del salmo 52, recoge la expresión de “¡Ya reina tu Dios!” En el mismo sentido puede citarse a Jeremías, Exequiel, Daniel y otros. Y varios Salmos atestiguan esa esperanza.
Jesús nunca dio una definición del Reino. Ya lo hemos señalado en el comentario a la parábola del trigo y la cizaña. Pero estuvo constantemente dando signos, en ocasiones con explicaciones, de lo que era. Y da un primer paso con las Bienaventuranzas: son dichosos los pobres y los perseguidos por causa de la justicia; también son dichosos los hambrientos, los sedientos, los que lloran, los mansos, los misericordiosos, los limpios de corazón, en definitiva los que el Papa Francisco nombra como “excluidos” o “desechos” en Evangelii Gaudium. Y en un segundo paso culmina su predicación: nombra herederos del Reino, que existía desde la creación del mundo, a los que tuvieron misericordia de esos “hermanos más pequeños” (Mt 25, 31-40).
Para Joachim Jeremías “todas las parábolas de Jesús obligan a los oyentes a tomar posición sobre su persona y sobre su misión, porque todas están llenas del misterio del reino de Dios” . Ellas sirven de puente de unión entre los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo que lo aclara. Para que podamos decir, con el profeta Isaías, aquello de:
«Qué hermosos son sobre los montes
los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae buenas nuevas,
que anuncia la salvación,
que dice a Sión:
“¡Ya reina tu Dios!”»
O, con palabras de Jesús: «¡Que venga tu Reino!»