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El Reino de Dios en las parábolas de Jesús. I Introducción.

I. LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

«El que tenga oídos para oír, que oiga» (Mc 4, 9)

La predicación de Jesús de Nazaret tiene por objeto, sobre todo, dos cosas: darnos a conocer al Padre y algo que ya tenemos dentro de nosotros y que él llama “Reino de Dios”, “Reinado de Dios” o “Reino de los cielos”.

Cuando los testigos directos van desapareciendo, cuando la esperada “parusía” no llega y el tiempo va pasando, surge la necesidad de poner por escrito el mensaje que se venía transmitiendo oralmente: nacen los evangelios. Se supone que cada relato fue narrado en distintas ocasiones y lugares. Alguno lo repetiría Jesús muchas veces. Eso tenía riesgos: de tiempo, de lengua, de vocabulario, de oyentes, de variedad de versiones, etc.

Todas las parábolas atribuidas a Jesús llevan siempre el germen del Reino o Reinado. Porque, aunque no se nombre expresamente en el texto, en el fondo se están refiriendo a una “metanoia”, a un mundo nuevo, el mundo que Dios quiere: de compasión (el samaritano), de perdón (el hijo pródigo o padre bueno), de misericordia (cap. 15 de Lucas), de historia de la salvación (viñadores homicidas), de constancia en la oración (Lc 1-8) …Todos los textos nos hablan con la mirada puesta en ese mundo nuevo y tierra nueva del cap. 21 del libro del Apocalipsis. Es una mirada al Reino de Dios.

No obstante, algunas de ellas nos hablan directamente de ese Reinado y así se van a difundir en el mensaje de las primeras comunidades. Entre esas narraciones hemos escogido las que citan expresamente al Reino o quieren decirnos, a su manera, lo que es.

Para el profesor Antonio Piñero, las parábolas de Jesús son “la perla de la literatura judía popular del siglo I”.

En palabras del Papa Francisco, a Cristo “no se puede entender sin el reino que Él vino a traer” (Exhortación Pastoral “Alegraos y regocijaos”, nº 25).

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