CON MARÍA DE BETANIA
«El Maestro está ahí y te llama» (Jn 11,28)
A la invitación de su hermana, María acude al encuentro de Jesús. Están en su casa de Betania, en duelo por Lázaro al que habían sepultado hacía cuatro días. Llorando, ella se echa a los pies del Señor, en postura propia de los discípulos.
Es una postura de “escucha”, sin necesidad de hablar. La contemplación de María es escucha de la palabra. San Isaac de Nínive decía que “la contemplación es silencio,símbolo del mundo venidero”. Para san Juan de la Cruz: “amor silencioso”.
La escucha de María a las palabras de Jesús constituye la base de nuestra fe. Dice san Pablo que “la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo” (Rom 10,17). Y esa palabra existía desde el principio según el prólogo del evangelio de san Juan: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios”.
Los evangelios constituyen una especie de himno a la escucha. El verbo escuchar es una de los que más aparece en todo el Nuevo Testamento. Con mucha frecuencia, Jesús se dirige a los discípulos o a la multitud congregada con la palabra “¡Escuchad!”.
En la encíclica “Fratelli Tutti”, dice el Papa Francisco, que san Francisco de Asís, «escuchó la voz del Señor, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza». Era una escucha permanente que lo abarcaba todo.
Hoy, quizás más que nunca, debemos pedir, como en la carta a los Hebreos, que escuchemos la voz del Señor y no endurezcamos el corazón (Hb 4,7).