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La crisis, posible buena noticia.

En el sufrimiento hay un elemento de intuición profunda que nos advierte que algo en serio esta sucediendo en nuestro interior. El dolor une a todo tipo de seres humanos, muestra una igualdad de fondo de la existencia humana, a veces suministra nuevas posibilidades…, es decir, hace a las personas capaces de entender y ayudar a los demás como no ocurría antes, poniendo de manifiesto lo que verdaderamente cuenta en la vida.

Quien en ningún momento de su vida se ha visto afectado por crisis o momentos graves y difíciles, puede tal vez evitar situaciones trágicas o dramáticas; quien está fuertemente marcado por el sufrimiento se encuentra, en cambio, con esta pregunta todo el día: cada hora del día se ve obligado a confrontarse con la crisis, con el vacío de sentido, y a tratar de elaborarlo.

 

Existen fases en el curso del sufrimiento de nuestra vida, no teniendo y teniendo a la vez, una lógica interna . Tienen una lógica, porque todas las vivencias apuntan a una especie de itinerario de fondo que las aunaba, además tal lógica no constituye una necesidad por el paso de una a otra; muchos se detienen en la primera, o bien, al llegar a una mas avanzada, retrocedían en cierto momento a niveles inferiores. Y por el contrario, no es posible prever ni indicar porque, en un cierto momento, la persona pasa a la fase siguiente.

Por lo tanto, existen preguntas que ponen de manifiesto un trayecto dentro del desafío que el sufrimiento lanza a la vida de cada uno constituyendo las siguientes fases o etapas:

 

Fase 1: la incertidumbre.

La persona se encuentra frente a algo inesperado o critico, que ocurre casi sin darse cuenta. Esta fase puede durar desde unos pocos minutos, hasta días, semanas, incluso meses o aun mas. Se busca distanciarse de lo ocurrido, de aislarlo, de no permitirle que menoscabe el curso habitual de la propia vida. A veces se duda de que lo que nos este ocurriendo es cierto o irreal.

 

Fase 2: la certeza.

Es evidente que no es posible dejar de ajustar cuentas con lo que nos ha ocurrido.

En este momento se lucha para que no sea así. Se buscan argumentos y motivos para no claudicar la evidencia, constituyendo una forma de no perder la esperanza, y uno se aferra a cualquier cosa que pueda mantener la esperanza a flote. Es importante no aislarse, no encerrarse en sus propios pensamientos y elaboraciones.

 

Fase 3: la agresión.

Esta fase indica el paso a la forma de contacto con las emociones. Si hasta ahora la persona buscaba nuevas informaciones sobre la eventualidad de poder dominar la nueva situación, a continuación aparece la protesta, la ira, la rebelión contra lo sucedido, convirtiéndose al mismo tiempo en un grito de suplica para no ver como desaparece lo mejor de nuestra propia vida. ¿Por qué me ha pasado a mi esto?, ¿Qué mal he cometido?…esta ira puede estallar en cualquier momento, desembocando en resultados imprevisibles e incluso dramáticos. En este tipo de situaciones sigue siendo determinante que la persona no se aísle.

 

Fase 4: la negociación.

Al no poder negar la situación, el sujeto se lanza desesperadamente a probar cualquier posibilidad de encontrar la solución al problema, utilizando para ello cualquier recurso a su alcance, naturales y sobrenaturales, tratamientos médicos, practica de asesoramientos terapéuticos…, peregrinaciones, visitas a santuarios, santones, promesas, ofrendas.

Es importante aquí tener ocupada la mente, e importante tener alguien al lado que asesore correctamente a la persona.

 

Fase 5: la depresión.

Agotadas todas las posibilidades a su alcance, también la persona se encuentra agotada, tanto cuanto mas haya gastado y consumido para hallar una solución. La crisis y la depresión pueden abrirse a un momento de verdad, de renunciar voluntariamente a lo que no puede tenerse.

Va acompañada de una tristeza sin limites, la llamada melancolía, que es útil para prepararse a aceptar el destino y lleva en si, en germen, el cambio de rumbo, la interiorización y el encuentro con uno mismo. De este encuentro con uno mismo brota la libertad para distanciarse de la experiencia sufrida y para realizar también las próximas acciones necesarias.

 

Fase 6: la aceptación.

Esta fase nace de una sorpresa. La persona lo ha perdido todo, se encuentra impotente, constata con amargura que ya no puede gestionar nada en su vida como antes; además de la crisis, y el problema que le agobia, el sentido de inmenso vacío.

En este sentido, pueden surgir en un momento inesperado nuevas posibilidades, no vislumbradas con anterioridad, este vacío, esta pérdida, puede llegar a ser también una liberación, entrando en nuestra vida un tipo de experiencia que no habíamos experimentado con anterioridad.

La persona se da cuenta poco a poco, siendo consciente de que aún existe, siente la impresión de que no está solo y que puede servirse todavía de sus sentidos.

Yo soy, yo quiero, me acepto y vivo ahora con mi singularidad individual.

Por eso se conoce esta fase como la de la ”aceptación”…no vivo contra, sino con la crisis…la aceptación no es conformarse, resignarse, no es un asentimiento conformista, pero si se puede aprender, trabajando sobre la crisis, a aceptar lo inevitable. Por tanto la aceptación es la superación de los limites de su conciencia, que ahora se ensancha inesperadamente.

De esta forma la persona se ha hecho capaz de aceptar.

 

Fase 7: la actividad.

Después de nacer una fase nueva e inesperada, libera otras energías y abre a otros deseos; se trata, sobre todo, de valorar lo que esta sucediendo en relación con los demás. Justamente a través de la desgracia padecida, nos hacemos responsables con respecto a otras personas que pueden estar atravesando por situaciones parecidas, y así comprendemos que podemos ser útiles para ellas, haciéndoles ver que la etapa por la que están pasando en su vida, no es inútil, sino que les puede enseñar algo que puede marcar su vida para siempre.

Las personas ven claramente que lo decisivo no es lo que se tiene, sino lo que se edifica con lo que se tiene, reestructurándose sus valores y normas en su vida, debido tan solo al cambio de perspectiva.

 

Fase 8: la solidaridad.

Esta fase surge en estrecha conexión con la dolorosa y atormentar toma de conciencia de la fase anterior. La mirada se dirige fuera de uno mismo y tiende a ver que se puede hacer por los demás y como comunicar la propia experiencia; es un cambio interno en la persona a, una conversión.

 

Es la ultima fase del camino, advirtiéndose que son pocas las personas que atravesando por las crisis, han llegado a esta fase.

En este caso se recuerda la verdad del aforismo: según el cual << quien tiene un por qué en la vida, es capaz de soportar cualquier cómo>>. 

 

Para los creyentes: hay una súplica a Dios y un mensaje: Están contenidos en la oración fundamental: “hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”

 

Conocer la voluntad de Dios es importante para mi paz, para mi verdad, para la autenticidad de mi vida, que se expone en virtud de la Palabra de Dios que se me comunica a través del Espíritu. Sin embargo, no es asun­to fácil. Cuántas veces nos preguntamos, tal vez incluso con cierta ansiedad: ¿Estoy haciendo verdaderamente la voluntad de Dios? ¿Complacen verdaderamente a Dios las empresas en las que me he embarcado, la elec­ción que he realizado, el sufrimiento que se me ha presentado inopinadamente? En ocasiones, la pregunta es angustiosa y algunas veces la incertidumbre nos puede atormentar durante mucho tiempo.

Para la pregunta de cómo llegamos a conocer la voluntad de Dios, -¿Dios quiere verdadera­mente eso de mí? ¿Es posible que quiera algo más que aún no he comprendido? No hay una respuesta mate­mática. Más incluso, me parece que el Señor nos pone en un estado de cierta inquietud, precisamente para que a través de la búsqueda nos purifiquemos, nos liberemos de nuestros deseos desordenados, o simplemente frági­les, fantasiosos, y busquemos de verdad lo que el Señor quiere para nosotros

 

Oración

 

Sabemos cuál es tu voluntad, porque te conocemos: tu voluntad es que todas las personas sepan que son hijos, que todos vivan como hijos, que todos vivan para siempre. Esa es tu voluntad y tu proyecto, es la misión que encargaste a Jesús, es la misión que Jesús nos encargó a nosotros. Que seamos felices y hagamos felices a los demás. Que nos tratemos como hermanos. Y, entretanto, este oscuro camino hacia la Patria, que no sabemos por qué lo hiciste tan oscuro, tan estrecho, tan lleno de peligros y de amargura. Si es así, lo habrás querido así y tenemos que aceptarlo, aunque no lo entendemos. En el cielo y en la tierra. Allí quedarán cumplidos tus planes; aquí seguiremos peleándonos con las tinieblas. Que se cumpla, Señor, tu voluntad, tu voluntad de que en la tierra sea como en el cielo, tu voluntad de que haya luz y desaparezcan las tinieblas.

Amén.

 

Adaptado por

Leonardo Molina S.J.

 

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