LA ESCUELA DE SILENCIO ABRE SU VENTANA:

Ofrecer tu tiempo a Dios

Cada vez que comiences tu oración contemplativa, puedes decirle algo así: “Este tiempo te lo entrego a ti, Señor es mi humilde ofrenda”.

Al final de la meditación puedes hacer brevemente una especie de “ejercicio de observación interior” para verificar si realmente estuviste allí para Dios. Esto puede verificarse de manera muy sencilla. Si la meditación no ha salido bien y a pesar de todo te levantas de ella satisfecho y puedes decir, “Señor, fueron unos minutos poco satisfactorios, pero hice lo que pude y por eso estoy contento”, entonces tu meditación fue un tiempo ofrecido a Dios. Si, por el contrario, experimentas insatisfacción y frustración es que buscas algo para ti mismo y, por eso, al no encontrarlo, sientes enfado.

Quien de verdad ofrece a Dios su tiempo de meditación está satisfecho, sin importarle si el tiempo de vida invertido le haya servido o no.

Aprendamos a estar para Dios sin ningún propósito añadido, una orientación desprovista de propósito. Cuanto más tengamos esta actitud, tanto más se estará también de forma explícita para Dios en nuestra vida cotidiana

Preguntas para la reflexión

  1. ¿Sigues buscando resultados en la meditación o, simplemente, entregas tu tiempo en silencio y quietud y no te cuestionas nada?

Carolina.

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