LA HERMANDAD DE LAS CIGARRERAS ABRE SU VENTANA:

A veces las cosas no son exactamente como queremos, incluso en esta parte privilegiada del mundo. Polvo somos y en polvo nos convertiremos, ¡cuánto cuesta asumirlo! Así somos. Nos sentimos seguros en nuestras tradiciones inamovibles, más en Cuaresma y Semana Santa, agarrados a ese ancla que es el tiempo de cofradías, que marca los años de nuestra vida, tan luminoso e intenso -en todos los sentidos- que casi ciega, olvidando quizás el fondo de todo. Por eso en Marcos 7,1-13 Jesús recuerda a los fariseos, grupo tan escrupuloso con la tradición de sus mayores, que: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.» Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Bueno, este año todo es distinto, ¡nadie puede dudarlo! Lógico que nos cueste cambiar el paso, y se nos haga difícil ver la gran oportunidad que nos regala el Señor: la todopoderosa inercia de las primaveras sevillanas se detiene esta vez para que separemos los medios del Fin. Es la hora de ser humildes en el recuerdo de celebraciones maravillosas.

El Evangelio nos anima a ver todo esto como una gran oportunidad para coger perspectiva, para dejar de correr y sosegarnos, para hablar con Dios en intimidad, para fortalecer nuestra vida cristiana y prepararnos para participar en comunidad. En definitiva, para centrarnos en lo que de verdad importa. Este año el Señor nos da la oportunidad de demostrarnos que no seguimos tradiciones huecas, sino que le seguimos a Él. Y que lo demás no son sino medios -muy útiles a veces- para vivir una fe madura que se renueva cada Pascua. Demos gracias a Dios por cambiarnos a veces los planes. Aunque cueste.

Pablo Velázquez.

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