LOS SACERDOTES ABREN SU VENTANA:

¿Cambian o no cambian las cosas?

Al leer la palabra de Dios en estos días, observo en mi vida lo siguiente:

Que al llegar en abril la celebración de la Pascua de Resurrección, explota de alegría la naturaleza y la gente toma otros “aires”. Ha terminado la intensa vida de Cuaresma y, después de las hermosas procesiones de la Semana Santa, la gente, pasada la fuerte emoción del Viernes Santo, se lanza como loca a las playas, al campo, para respirar otro aire… La misma naturaleza invita a la alegría. Se fue la rociada del azahar, los olores pegajosos del incienso, y empiezan todas las flores a inundar de belleza el ambiente. Los árboles se visten de nuevo pasado el invierno y toma la naturaleza otros colores. Huele bien. Decía un poeta que las flores son la sonrisa de la naturaleza. Y encuentran su ambiente en primavera, en la Pascua.

En los conventos se suprimían (o se suprimen) las duras penitencias y los ayunos. ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! Salimos a la calle y respiramos hondo…

(Estoy hablando de otros tiempos… que esperamos lleguen pronto. Ahora calladitos y confinados en casa)

Pero a pesar de la alegría, observo que los problemas siguen: las dudas, las inquietudes, los miedos, las pequeñas o grandes alegrías. El Gobierno, los partidos, los hijos, los padres, la sanidad, el trabajo, las mismas difíciles convivencias, los conflictos, los éxitos; todo igual.

¿Es que la resurrección es puramente una evasión, una ilusión, un autoengaño que necesitamos para respirar por lo menos imaginativamente “otro estilo”? ¿Un paréntesis? ¿Una especie de lo que llamaban entonces una “tregua de navidad?

Veamos: si resumimos el evangelio podríamos concentrarlo en tres dimensiones: anuncio de la Buena Nueva de Jesús, oposición tremenda, y un Jesús que insufla un ánimo de confianza en Dios. NO se turbe vuestro corazón; creéis en Dioscreed también en mí. (Juan 14, 1-3)

Pero si leemos atentamente los Hechos de los Apóstoles, también advertimos las tres dimensiones: proclamaron a Jesús Señor Salvador, tuvieron oposiciones y dificultades, muchas veces sangrientas, pero el Resucitado les había infundido su confianza y su Espíritu.

Esta es la diferencia para ellos y para nosotros. Nuestra ventaja es que, a diferencia de los discípulos, CREEMOS en la victoria de Cristo resucitado y comprobamos la verdad de su “camino, verdad y vida”.

No es igual. Los problemas siguen los mismos, varados, más o menos intensos, a veces peligrosos. Pero los arrostramos con OTRO espíritu. Esta es la oferta de la fe en Jesús.” Y esta es nuestra Victoria: nuestra fe” (1 Juan 5,4)

¡ Aleluya! ¡Gloria al Señor!

Leonardo Molina S.J.

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