Estoy viendo a una mamá con su hijo en los brazos. Lo mira. Los ojos de la joven madre se “comen” a su bebé. Y ahora vayamos al punto de donde surge la actitud de esa madre con su hijo en brazos, vayamos a su corazón. ¿Qué nos dice la palabra? ¡hijo de mi corazón!
El corazón es lo íntimo y lo evocador, el misterio que resiste a todo análisis, la ley oculta que es más fuerte que toda organización y que toda utilización del hombre técnicamente organizada. Esa palabra designa el lugar en que el misterio del hombre pasa a ser el misterio de Dios. La infinitud vacía que se interioriza aquí lanza una llamada hacia la infinita plenitud de Dios. Esa palabra evoca el corazón traspasado, angustiado, desangrado, muerto. Designa lo que significa amor inconcebible y desinteresado, el amor que vence en el fracaso, que triunfa en la impotencia, que muerto vivifica, que es el amor, que es Dios. (Karl Rahner SJ).
Así pues, ¿qué mejor modo que dar nuestra vida por los demás que imitando lo más profundo de Jesús? Para terminar, un consejo que dio Pedro Arrupe a la Compañía de Jesús en una ocasión en la que fue preguntado por esta devoción:
«Si queréis un consejo, (…), os diría que en esta devoción al Corazón de Cristo se esconde una fuerza inmensa; a cada uno toca descubrirla -si no la ha descubierto ya- y profundizarla y aplicarla a su vida personal en el modo en que el Señor se la muestre y se lo conceda. Si queréis como personas y como Compañía entrar en los tesoros del Reino y contribuir a edificarlo con extraordinaria eficacia, haceos como los pobres a quienes deseáis servir. Tantas veces repetís que los pobres os han enseñado más que muchos libros: aprended de ellos esta lección tan sencilla, reconoced mi amor en mi Corazón».
¿Qué más nos hace falta?
¿A qué te invita el Señor al finalizar este tiempo? ¿qué le dices al Señor hoy?
En el mes de junio estamos celebrando la solemnidad del Corazón de Jesús, pero… ¿sabemos qué quiere decir exactamente esto? Hoy en día, no todo el mundo entiende esta devoción. En décadas recientes la expresión misma de «Sagrado Corazón» no ha dejado de suscitar en algunas partes reacciones emocionales y alérgicas, quizá, en parte, como reacción a formas de presentación y terminología ligadas al gusto de épocas pasadas, decía Pedro Arrupe. Más recientemente, en cambio, lo que predomina es la indiferencia o el desconocimiento
Abrirse, dar gracias, exaltar la gracia de Cristo, pedir, renovar propósitos, esforzarse en ordenar el corazón, son cosas que valen para el futuro. San Ignacio dice con gran sobriedad. “Proponiendo enmienda para adelante.” Ante la misericordia y el juicio de Dios soy el niño pobre y débil, que sólo puede poner su esperanza en Dios y su misericordia, y así proponer ser bueno. Nuestra voluntad orientada hacia Dios, los buenos propósitos, el enfoque de nuestra vida; en una palabra, todo cuanto hay de bueno en nosotros tiene que humillarse de nuevo en esta meditación. Todo cuanto somos, excepto el pecado, es don de Dios, nos viene del Padre de la luz.
En esta situación encaja el padrenuestro con que debemos concluir. En él se nos habla del Padre que está en los cielos, que se compadece; de su voluntad de gracia, de las creaturas que constituyen el reino; de la venida de este reino, del pan de vida, del perdón, de la liberación de todas las asechanzas tentadoras y de las cadenas del mal. Cúmplanse en nosotros todas estas súplicas. Se cumplen, si nosotros, abandonados al amor de Dios, llegamos al termino eternamente definitivo.
Leonardo Molina S.J.