Tres problemas detectados
El Papa Francisco tiene una cualidad, creo que venida del Espíritu Santo: la claridad.
Y explicando en la Eucaristía que habitualmente celebra cada día en Santa Marta, la presencia del Espíritu de Dios en nosotros, se detenía en tres problemas que Dios Padre quiere desterrar de nosotros.
Antes hay que mirar a Jesús. Es la palabra de Dios. Y, por tanto, lo que diga Jesús es de Dios, bien de Dios, es el mismo Dios. Y bien para el hombre. El modelo perfecto.
En una discusión entre los discípulos, intervino Jesús, aclarando muy bien y precisando los proyectos de sus discípulos, y para aquellos que quieran ser auténticos seguidores de Él.
“Porque el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por muchos” (Marcos 10, 35-45 y Mateo 20,28)
O sea, que la vida de un cristiano, solo se explica bien cuando tiene como eje y norma fundamental, el servicio. “Ser para los demás” popularizaría el Padre Arrupe. Programa personal, educativo y social, incluso político. Mide esta norma y calibra nuestra vida cristiana. Jesús no se cuestiona el porqué de la vida, sino lo que tenemos que hacer con ella.
Tres enemigos del ensimismamiento destaca el Papa Francisco.
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Narcisismo: centrar la vida alrededor de mí. Conjugar siempre yo, conmigo, para mí… Puede cambiarse ese yo por nosotros: los nuestros, los míos, mi grupo, mi familia, mi partido… mi parroquia, mi nación, mi raza, mi lengua, mi patria chica. Peor aún si añadimos: ¡y nadie más!
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El Victimismo: la eterna queja. “No me dejan, no me ayudan, nadie se fija en mí, no me hacen caso… ¡Qué desgraciado soy…! Unos nacen con estrella y yo con mala suerte y estrellado… De ahí surgen la envidia y la pasividad, el malestar… Volvamos ahora al nosotros y convirtamos las quejas en plural… Nos olvidamos de que también nosotros podemos ser a la vez víctimas y verdugos…
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Pesimismo. Todo se ve oscuro, negro, nada se puede hacer. El horizonte está nublado, el porvenir ¡ay el porvenir, pavoroso! ¡Que todavía no ha llegado, pero ya está instalado con firmeza inalterable en el corazón!; el corazón está invadido por la tristeza.