Imagínate por un momento que hubieras nacido en el año 1900.
Cuando tienes 14 años, comienza la Primera Guerra Mundial, y termina cuando tienes 18, con un saldo de 22 millones de muertos. Poco después aparece una pandemia mundial, la gripe española, que mata a 50 millones de personas. Y tú estás vivo y con 20 años. Imagínate si hubieras vivido en la Revolución rusa de 1917…O las purgas de Lenin o Stalin con sus campos de Gulag o los millones de deportados a Siberia…
Cuando tienes 29 años, sobrevives a la crisis económica mundial, que comenzó con el derrumbe de la Bolsa de Nueva York, y ocasionó inflación, desempleo y hambruna.
Cuando tienes 33 años, los nazis llegan al poder.
Cuando tienes 36 años comienza la Guerra Civil Española y acaba cuando tienes 39 años. Cuando tienes 39 años, comienza la Segunda Guerra Mundial, y termina cuando tienes 45 años, con un saldo de 60 millones de muertos. En el Holocausto mueren 6 millones de judíos. Cuando tienes 52 años comienza la guerra de Corea.
Cuando tienes 64 años, comienza la guerra de Vietnam y termina cuando tienes 75 años. Un niño que nace en 1985 piensa que sus abuelos no tienen la menor idea de lo difícil que es la vida, pero esos abuelos han sobrevivido a varias guerras y catástrofes.
Hoy nos encontramos con todas las comodidades en un mundo nuevo, en medio de una nueva pandemia. La gente se queja porque, por varias semanas, se deben quedar confinados en sus casas. Pero tienen electricidad, teléfono, comida, agua caliente y un techo seguro sobre sus cabezas. Nada de eso existía en otros tiempos.
Sin embargo, la humanidad sobrevivió a esas circunstancias y nunca perdió su alegría de vivir.
Hoy nos quejamos porque tenemos que usar mascarillas para entrar a los supermercados o por las calles, y todo el día…las prohibiciones, Las multas..
Un pequeño cambio en nuestra perspectiva puede obrar milagros.
Vamos a agradecer tú y yo que estamos vivos, y vamos a hacer todo lo necesario para protegernos y ayudarnos mutuamente.
Cuando nos espantamos ante el presente, una pregunta nos viene a nuestra vida: ¿por qué? Y, sobre todo: ¿Por qué a nosotros, precisamente?
Entonces reflexionamos y abrimos ampliando el horizonte de nuestro pequeño mundo.
Hay otros mundos, otras épocas que lo han pasado peor …¡ y han sobrevivido!
Sentimos entonces un cierto sentido de solidaridad; entramos en la cadena mundial de sufrimientos, no están ellos solos: nosotros también estamos expuestos al dolor, a la incertidumbre, al sufrimiento.
Y saco dos lecciones desde mi fe cristiana, Yo estoy encarnado en el mundo sufriente, como Jesús, soy semejante a todos los hombres (Filipenses 2, 5-10). Sí, lo acepto, aunque no me guste, ni lo comprenda.
¿Y qué puedo hacer? Una actitud: servir. Cuando Jesús regañaba a los hijos del Zebedeo sus ambiciones y la utilización de enchufes, no solo para quitarse sufrimientos, sino para subir en la escala de los honores, les enseñó: “porque el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”. (Mat 20,17-28)
No explicaba Jesús el por qué, sino que enseñaba el camino a seguir. Y “al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios” (Salmo 49) La lección sirve para todos: padres, educadores, alumnos, universitarios, jóvenes estudiantes, amigos, vecinos, a ti….
Leonardo Molina S.J.