Una voz grita: En el desierto preparad un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; [4] que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se nivele; [5] y se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor…] se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la Palabra de nuestro Dios se cumple siempre. (Isaías 40)
Y ¿Cómo allanaré, cómo abajaré mi vida, Señor?
– Aligerando, aligerando…!Buena penitencia!
– Mi equipaje será ligero, para poder avanzar rápido.
– Tendré que dejar tras de mí la carga inútil: las dudas que paralizan
– y no me dejan moverme.
– Los temores que me impiden saltar al vacío contigo.
– Las cosas que me encadenan y me aseguran. Tendré que dejar tras de mí
– el espejo de mí mismo,
– el «yo» como únicas gafas, mi palabra ruidosa.
– Y llevaré
– todo aquello que no pesa:
– Muchos nombres con su historia, mil rostros en el recuerdo,
– la vida en el horizonte,
– proyectos para el camino.
– Valor si tú me lo das,
– amor que cura y no exige.
– Tú como guía y maestro,
– y una oración que te haga presente.
– «A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío, no me dejes. Enséñame tu camino,
– Mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas. Ilumina mi vida, porque espero en ti».
Leonardo Molina García SJ.