LOS SEMINARISTAS ABREN SU VENTANA:

“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?

Hay luna llena. En medio de un gran banquete de verduras amargas y panes ácimos presidido por un cordero recién asado, la voz de un niño -el más pequeño de toda la familia- resuena en medio del silencio: “¿por qué esta noche es diferente de todas las otras noches? ¿Por qué esta noche comemos sólo ácimos? ¿Por qué hierbas amargas?”. Y toda la familia espera, anhelante, la respuesta de la voz de su padre, que inicia el río de cantos y alabanzas de la fiesta judía de la Pascua.

¿Por qué esta noche ha sido diferente de todas las noches? Seguimos encerrados a las puertas de una quinta semana de confinamiento después de una Semana Santa externamente vacía y sin aliento, de un Domingo de Resurrección que no hemos podido vivir en la Iglesia; seguimos expectantes ante la cifra de enfermos y difuntos que se han encontrado solos en sus camillas, y tratamos de congeniar los momentos de soledad, de dificultad en la convivencia y de la ansiedad acumulada. ¿Qué ha cambiado en nuestro día a día?

María Magdalena -¡tú y yo, queridísimo hermano!-, también abrió sus ojos pensando que posiblemente nada de esto tenía sentido. Temió por su futuro, y el de los discípulos. No encontraba sentido a nada, pues sólo veía muerte donde debía haber vida. Pero, entonces, la noche de nuestros corazones vislumbró un rayo de luz: ¿por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?

Hermanos: ha resucitado. Sí, el médico y la enfermera que se entregan como Cireneos a sus crucificados. Sí, los enfermos que se han visto “colgados” en el Madero de sus camillas. Sí, los trabajadores que, por dar un servicio a la sociedad, aunque con miedo a ser contagiados, han salido -y salen- diariamente al Gólgota de sus puestos de trabajo. Sí, lo han hecho ellos, y lo hemos hecho nosotros viviendo las dificultades diarias de este confinamiento en actitud responsable y solidaria.

Hemos resucitado, en virtud de Quien lo hizo primero. Y – ahora sí que sí -, vemos la luz que tanto tiempo de oscuridad nos ha dado este Covid-19, la esperanza que sacia nuestros anhelos, la fe que nos hace ver un halo de victoria en medio de esta lucha encarnizada.

Esto no ha acabado, pero tampoco hemos de hacerlo nosotros. Que Dios, que vive y seguirá viviendo en nuestros corazones, nos acompañe siempre en nuestro caminar diario. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

¡Feliz Pascua a todos!

José Pablo hoyo.

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