Reflexión Jueves Santo.
Ha llegado por fin la hora de Jesús. Y lo primero que sobresale en estos momentos es el «amor total de Jesús». Nunca nadie había amado tanto. Esta tarde, Jesús «los amó» y nos amó y nos sigue amando hasta el fin, hasta romperse materialmente por nosotros. Esta es la mejor noticia: Dios nos ama. Este es el mejor regalo. Este amor se nos da, hoy, en la Eucaristía y lo reconocemos al partir el pan con el hermano.
Jesús quiere despedirse. Es tarde de intimidad, de confidencias, de recuerdos, de misterio. Quiere dar sus últimas recomendaciones. No hay tiempo para florituras, sólo para dejar claro lo esencial, lo nuevo, lo distintivo de los amigos del Señor ahora y por siempre: «En esto reconocerán que sois mis discípulos, que os amáis unos a otros.»
El mensaje de esta tarde es que tenemos que creer en el amor de Jesús. Lo más importante que Jesús nos dijo sobre Dios: no es que Dios existe, sino que nos ama; no es que Dios es Dios, sino que es nuestro Padre; no es que Dios es todopoderoso, sino que es misericordioso; No es que Dios es un Dios lejano, que está en el cielo, sino que es un Dios cercano, que está dentro de nosotros. Por eso, celebrar la Cena del Señor, es intuir con gozo que el Amor de Dios está aquí en medio de nuestras cosas, sosteniendo para siempre todo lo bueno, lo justo, lo bello, lo limpio que florece en nosotros.
Pero el Amor de Dios, también está en nuestras lágrimas y penas, en nuestros dolores y enfermedades; el amor de Dios está en medio de esta pandemia que estamos viviendo como consuelo permanente y misterioso que da sentido al sufrimiento. El Amor de Dios está en nuestras depresiones y decepciones acompañando en silencio nuestra soledad y nuestra tristeza incomprendida.
El mensaje de esta tarde es que tenemos que dejarnos amar por Jesús. Dejarnos alcanzar o conquistar, enamorar o llenar por el mismo Dios, que hoy se nos ofrece en un trozo de pan y un poco de vino. Sentirnos amados, queridos, aceptados, salvados por su Amor; Amor de Dios Padre.
Es que lo de hoy es algo muy grande, es que para Dios ningún ser humano está ya solo. Aunque pareciera que esta crisis del coronavirus hemos sido dejado de la mano de Dios, no es así. Es posible que los creyentes nos preguntemos por el silencio de Dios ante esta epidemia, ¿por qué Dios lo permite y calla? ¿Es un castigo? ¿Dónde está Dios? Dios está con nosotros. Nadie vive olvidado. Ninguna queja cae en vacío. Ningún grito deja de ser escuchado, porque el Amor de Dios está con nosotros y en nosotros para siempre.
El mensaje de esta tarde es que tenemos que saber amar como Jesús: «Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado». Y para enseñarlo, Jesús se pone a lavar los pies a sus discípulos. Esta es una manera concreta de amar: la del servicio humilde, la del detalle inadvertido. Qué lecciones estamos recibiendo hoy de todos nuestros sanitarios que están en la primera línea de batalla contra el coronavirus. Todos ellos se han puesto de rodillas a los pies de tantas personas enfermas y solas para aliviarles en su enfermedad y dolor.
Por eso en esta tarde preguntémonos: ¿Qué hacemos nosotros por los demás, especialmente por los más débiles, por los indefensos, por los más necesitados? ¿Rezar por ellos? ¿Compadecernos de ellos? ¿Echar la culpa a los poderosos, a los ricos? Preguntémonos ¿Qué hizo Cristo? Abrir su corazón y ayudar a los más necesitados; compartir las necesidades de los demás; defender a los más débiles; servir. Jesús en la primera eucaristía (la última cena), se puso el traje de faena, el mandil y la toalla a la cintura… ¿Qué hacemos nosotros?
Esta tarde de Jueves Santo es la tarde del Amor Total de Jesús. Hermanos, del Amar y sólo del Amor seremos «examinados al atardecer de la vida». En este día de Jueves Santo renovemos nuestro deseo sincero de amarnos unos a otros como Jesús nos amó.
Pedro Paz.