Sábado Santo.
Día de recuerdos, silencio y soledad. Hermanos/as: si hay lágrimas en tus ojos, si hay un lamento en tus labios, si hay miedo en tu corazón, díselo a María. Ella sabe de tristezas y sufrimientos. Ella, Soledad de soledades sabrá encontrar la palabra justa para decirte cuánto Dios te ama y la gran fiesta que Dios te tiene preparada.
En este día acerquémonos a María en su soledad. En estos momentos fijemos con atención nuestros ojos, nuestra mente, todos y cada uno de nuestros sentidos, pero sobre todo miremos con el corazón la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Una mujer, una madre que acaba de dejar en el sepulcro a su hijo muerto. María nos esta hablando. Su rostro después de tanto dolor sufrido nos inspira tranquilidad. Su mirada calida, confianza. Su postura sencillez. Sus mejillas cercanas, cariño y amor. Y sus labios perfilados, el deseo de darnos un beso de madre.
Ante el cuerpo yacente de su Hijo acerquémonos a María con nuestras soledades y sufrimientos con la confianza de que vamos a ser comprendidos y consolados.
Cómo duele la imagen de María con su hijo a sus pies muerto. Cómo duele la Soledad de María. Duele porque parece que a María, al final, todos la dejamos sola. La dejamos sola porque nos interesa más ocupar una buena posición que quedarnos con los que no cuentan. La dejamos sola porque, entre los pocos, siempre buscamos a los importantes. La dejamos sola porque es muy difícil estar al lado de la madre de un condenado. La dejamos sola porque no nos interesa que nos lleven de boca en boca por causa del evangelio. La dejamos sola porque hoy no está bien visto identificarse como discípulo de su Hijo Jesús.
El mirar a María en este Sábado Santo debe ayudarnos a creer, con pasión, con valentía, con hondura, con amor…
La fe, la esperanza y el amor, que nunca abandonaron a María, dan sentido a su dolor y soledad, pero no los disminuyen ni los disimulan. María sufre, llora y siente la soledad verdaderamente, como cualquier madre, como toda persona humana en semejantes circunstancias. Su dolor es auténtico dolor humano, su soledad es auténtica soledad.
En este Sábado Santo de 2020 me gustaría que renováramos el compromiso firme y permanente de acompañar a nuestros hermanos y hermanas en su soledad. Hoy no puedo menos que traer a mi memoria y a mi corazón a tantos mayores que viven en soledad esta pandemia del coronavirus, que viven en soledad su muerte. No sería lógico quedarnos embelesados contemplando la imagen de la Virgen de la Soledad, si ignorásemos y no nos compadeciéramos y acompañáramos a tantos hermanos y hermanas que están o se sienten solos.
Que Nuestra Señora de la Soledad nos alcance de su Hijo la gracia de descubrir en nuestro entorno la soledad de tantas personas y nos dé entrañas de misericordia y actitudes de solidaridad y de amor fraterno para acompañarles y prestarles la ayuda que necesitan.
Sábado Santo. Día de recuerdos, silencio y soledad. Y María, con su Hijo muerto entre sus brazos, repite una vez más aquellas palabras que comprometieron su vida desde la juventud: «He aquí, Señor, tu esclava. No entiendo, pero que se cumpla lo que Tú quieres».
Pedro Paz.