Reflexión domingo de Resurrección:
La historia de los creyentes, de los cristianos, comenzó en una madrugada como la de hoy. Desde aquella mañana en la que, antes del amanecer, las mujeres fueron al encuentro del cuerpo muerto de Jesús, nuestra vida como creyentes tiene sentido. La motivación de las mujeres debía ser de lo más normal: el respeto por Jesús muerto, la última despedida en privado, cumplir con las tradiciones más humanas, culturales y religiosas… Pero lo que en principio debía ser un acto rutinario —o impulsivo—, de repente se convierte en un susto, y el susto se convierte en una novedad inesperada: ¡Jesús vive! Esta es la buena noticia, el evangelio, que celebramos hoy.
Si la Pascua judía era el recuerdo anual de que Dios escuchaba al mundo y sobre todo a su pueblo, y que por eso decide liberarlo de la esclavitud y conducirlo hasta la tierra prometida; ahora, con la Pascua de Jesús, nos queda muy claro que Dios no sólo escucha, sino que también «ama» a su gente (toda la gente) y que les conduce hasta su propia vida.
En una película española, «Los lunes al sol«, un personaje típico de un bar, un viejo parado bastante borracho, le pregunta a otro parado más joven: «Nosotros podemos creer en Dios, pero, ¿Dios cree en nosotros?». Pues bien, hoy tenemos la respuesta a esta seria pregunta. La resurrección de Jesucristo es la respuesta. Dios cree en el hombre y apuesta por la vida del hombre. La resurrección de Jesucristo da dignidad a los hombres y mujeres; da dignidad a la vida humana. La Resurrección de Jesús quiere decir que Dios cree en el hombre. Más que el hombre cree en Dios. Dios cree en la humanidad.
Pero, fijémonos bien, que Jesús no ha resucitado para vengarse de sus asesinos (como quizás haríamos nosotros). Jesucristo no ha resucitado para volver a caminar libremente por las calles de Jerusalén o por los caminos de Palestina, como si nada hubiese pasado. O para volver a empezar de nuevo, como si Dios Padre le hubiera dado otra oportunidad. Nada de eso. Dios Padre ha resucitado a Jesús para dar aún más fuerza a sus palabras y a sus promesas. Y, sobre todo, con la resurrección, Jesús nos ha enseñado que hay un camino abierto hacia el Padre. Porque Jesús resucita para marcar el camino hacia Dios y para dar más extensión al camino humano.
Dios al resucitar a Jesús nos está diciendo que Dios está con los crucificados de la historia, que Dios resucita a los crucificados. Dios no está del lado de los que crucifican, está con los crucificados. Sólo hay una manera de imitarlo: estar siempre junto a los que sufren, luchar siempre contra los que hacen sufrir.
Hemos vivido esta Semana Santa de 2020 bajo esta pandemia del coronavirus. En este Domingo de Resurrección recuperemos la experiencia viva del Resucitado. La Iglesia de Jesús está llamada en estos momentos a comunicar la Buena Noticia de un Dios amigo de la vida, y debe contagiar la esperanza que brota del Resucitado. No estamos solos ni perdidos ante la muerte. Podemos contar con un Padre que, por encima de todo, nos quiere ver llenos de vida. Viendo a tantas personas arrimar el hombro ante esta crisis sanitaria, tomaba conciencia de la dinámica de resurrección a la que todo seguidor de Jesús está llamado: lucha por la vida, una lucha contra aquello que la destruye o deshumaniza. Los esfuerzos de tantas personas por cuidar y defender la vida no se perderán en el vacío.
Desde esta experiencia de resurrección, hoy más que nunca, podemos afirmar: Ningún ser humano está solo. Nadie vive olvidado, Ninguna queja cae en el vacío. El Resucitado nos acompaña.
Pedro Paz.