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VOSOTROS SOIS MIS AMIGOS…” AHORA Y SIEMPRE.

VOSOTROS SOIS MIS AMIGOS…” AHORA Y SIEMPRE.
Cuántas veces hemos escuchado de sus labios esta expresión del Señor en el Evangelio de San Juan. Nosotros sus amigos, los sacerdotes y fieles de la Archidiócesis de Sevilla, no nos cansaremos de dar gracias a Dios, por el ministerio pastoral de quien fue nuestro “pastor amigo” durante más de veintisiete años.
En su primer saludo al clero y fieles del Arzobispado, en 1982, escribía: “S.S. El Papa Juan Pablo II ha querido confiarme el servicio ministerial como Obispo de vuestra Iglesia. Ayudadme a dar gracias a Dios por ello”. Ello es lo que seguimos haciendo cuando nuestro afecto es mayor que la misma muerte.
Su vida y ministerio nos han iluminado y nos hemos sentido estimulados a vivir respondiendo, con él, al plan de Dios para esta Iglesia de Sevilla.
Muchas son las facetas de su gran personalidad que nos han marcado. Amplio fue su Magisterio. En él hemos visto al Obispo maestro; al hombre que ha guiado a su Iglesia como buen pastor que, sin dejar de pensar en evangelizar, se acercó a los no creyentes o indiferentes; que amó siempre su misión y que asumió con ilusión y elegancia las difíciles tareas que le salieron al paso.
Hace unos años, en unas palabras que le dirigí antes de su despedida como Arzobispo titular, las enmarqué con una expresión de la Exhortación sobre los Obispos, “Pastores Gregis”, de san Juan Pablo II, donde el recordado Papa, pedía al obispo que fuera “profeta audaz, testigo creíble”. Pido hoy que perdure en Sevilla la memoria de quien ha sido así. Su paz interior y su bien hacer franciscano son una invitación a continuar el trabajo pastoral con el buen ánimo que siempre nos imprimió.
Con gratitud y afecto hemos vivido junto a él acontecimientos significativos en nuestra Archidiócesis en estos años imborrables, desde la preparación de la primera visita de S.S. Juan Pablo II, hasta el testimonio de vitalidad en estos últimos meses.
¡Cuántas ordenaciones! ¡Cuántos momentos buenos compartidos en reuniones, celebraciones y encuentros varios! ¡A cuántos ha socorrido ante alguna dificultad tanto personal como económica! Incluso cuando tuvo que corregir, más de uno, se lo agradeció posteriormente. Como “costalero pastor de Cristo vivo” en Lourdes o estando presente en la enfermedad y en el momento de dar el último adiós a los familiares de sus sacerdotes ¡Como se lo agradeceremos siempre!
Y allí donde fuera reclamado, en el ámbito eclesial o civil, estaba presente. Sabía estar donde tenía que estar y comunicar como pocos. Nada humano le era indiferente.
“Bendigamos al Señor Dios vivo y verdadero: a El siempre la alabanza, gloria, honor, bendición y todos los bienes”. Son palabras suyas repetidas en sus escritos. Nos enseñó como buen franciscano que todo lo creado se recoge en un canto entusiasmado de alabanza de bendiciones a Dios, al que todo se ofrece, del que todo se espera. Universal y viajero; Obispo de puertas abiertas como quería san Isidoro. Abriendo surcos, señalando vetas para que continuemos siendo pastoralmente fecundos. Incansable, alegre, satisfecho con la misión cumplida. Dejando este mundo con deseo de paz y haciendo el bien. Sus coordenadas. Estamos los sevillanos, agradecidos por todo su legado pero “algo se muere en el alma”. Queremos recordarle siempre con cariño y afecto. “Pax et Bonus”, querido Cardenal, ahora y siempre.

Francisco Ortiz Gómez
Sacerdote

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