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ENCUENTROS DE JESÚS CON LAS MUJERES XIV

CON LA VIRGEN MARÍA

 

«Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19, 26b)

«Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27)

 

Hemos recorrido diversos episodios de encuentros de Jesús con las mujeres. Para concluir con un eslabón fundamental en la historia de la salvación.

La teología del evangelista san Juan sitúa a la Virgen María al pie de la cruz junto al “discípulo amado”. Es un encuentro decisivo. Es la consumación de aquel encuentro lejano en Nazaret en el que el dialogo finaliza con la palabra “Fiat” (Hágase). Para santo Tomás, María había dado ese sí necesario en representación de toda la naturaleza humana.  

En la figura del discípulo amado, la comunidad recibe de Jesús a María como Madre.

De la Virgen se habla muy poco en los evangelios. Y en todo el Nuevo Testamento solo se alude a ella  en 152 versículos (89 en Lucas). Los primeros cristianos, de un lado, tenían que sufrir las persecuciones o combatir las herejías e interpretaciones; de otro, la atención principal estaba puesta en el Reino, la evangelización, la teología de la cruz.

Poco a poco, se va desvelando el misterio y la importancia de la Virgen. El testimonio más antiguo de todo el Nuevo Testamento sobre Nuestra Señora, del año 53, es el de Gálatas 4, 4-5: «Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley».  

En el primer Concilio ecuménico (Nicea 325) nada se dice sobre la Virgen. Ya el de Éfeso (431) proclamó que María era la “Theotókos” (Madre de Dios), afirmación confirmada por el de Calcedonia del 451.

Por su belleza y profundidad, resaltamos la aportación hecha hace poco por D. Leonardo Molina, S.J., en esta página web de la Parroquia, relativa a las palabras que el filósofo Jean Paul Sartre, ateo confeso, dedica a la Virgen. Atendiendo una petición de religiosos, compañeros suyos en el campo de concentración, en vísperas de una Navidad, Sartre escribe una página memorable. Y es que el Espíritu sopla donde quiere.

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