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Reflexión

Lecciones de la vida

¡Cuántos matrimonios cristianos con hijos he visto frustrados, desencantados!¡ Cuántos educadores! ¡Cuántos sacerdotes y catequistas!

Cuando reflexionan sobre la vida de sus hijos (o de los alumnos), muestran cierta amargura mezclada con tolerancia sobre la vida religiosa de sus hijos. ¿Cómo es posible que siendo ellos religiosos practicantes, incluso asistiendo sus hijos a colegios religiosos, con la íntima intención que el colegio supliera sus ignorancias, por una parte, y que, por otra, el contacto con jesuitas, claretianos, salesianos, Opus, monjas, buenos catequistas, guardaría y aumentaría el sentido religioso de sus hijos?

Pero nada. Ahora no van a misa, se muestran incluso reticentes e incluso agresivos con sus antiguos educadores. Y no digo con sus mismos padres…

Desencanto y sorpresa. ¿Cómo es posible?

Pero es que yo también me veo en la misma situación: amargado y tenso. Porque he dedicado mi vida a inculcar sentidos religiosos en la vida de mis alumnos, mis feligreses, en clases, conversaciones, sermones, contactos variadísimos. Me he movido en aldeas, barrios populares, colegios “bien”, universitarios…he recorrido la geografía andaluza por mis destinos. Total, para nada. En vano gasté mi vida. Para cuatro afectos y amistades que he cogido, poco es el balance positivo. La gente sigue su camino, oyen, escupen o, toman los caminos que a ellos les interesan. No esperaba yo esas situaciones ni me las había planteado cuando era joven.

Respaldo mi acritud con aquellas abatidas palabras del mismo Jesús.” ¿Hasta cuándo os soportaré, generación incrédula?” (Mateo 17,17)

Pero estoy reflexionando, sin convencerme en exceso, la verdad.

Por lo pronto, pienso que no soy quién para juzgar, y menos condenar a nadie. La fe íntima de cada uno, sólo la conoce Dios y la misma persona. Porque una cosa es la religión (costumbres, tradiciones, cultos, palabras, presencias) y muy otra la fe (confianza y necesidad de Dios) Una cosa son las prácticas y otra, las acciones, los valores, las necesidades y agradecimientos profundos.  Son cosas que mucha gente no casa. Tal vez uno de ellos sea tu hijo o hija que se debaten entro dos campos. Hay matrimonios y yo mismo, que los hijos o alumnos responden muy bien a los valores que les inculcamos de jóvenes:(sinceridad, honestidad, honradez, generosidad, compromiso social, servicialidad…) sin que asistan a misa los domingos. Sería bueno que se unieran las dos actitudes: conducta religiosa y valores religiosos. Pero, a veces, están separados. Por muchas razones. Ojalá supiéramos unirlos los padres y los educadores.

Vemos con alarma (pero no con angustia exagerada) que las costumbres están variando, algunas desparecen y otras cambian. Los valores no.

Pero, sigo reflexionando. El evangelio de Jesús habla esencialmente de Reino de Dios. Pero, siempre lo une a la palabra siembra, (apenas sugiere la recolección) Semilla, tesoro escondido, perla preciosa, mostaza. Y le da un tiempo de crecimiento. Es más, a pesar del mal sembrador, crece imperceptiblemente…porque es gracia, gratuita de Dios…No lo comprendo, pero es así…lento crecimiento, es oscuro, por incontrolable…

Termino. Hace muchos años me destinaron a un colegio “bien”. Venía de Úbeda, de la Escuela de Magisterio. Aunque no todo era ideal, aquellos alumnos eran maduros, pretendían se futuros educadores y querían aprender…Sabían que merecía la pena gastar mi vida preparando futuros educadores.

Pero ahora, no. Niños indolentes, sin ganas de aprender, con unas edades entre 15 y 17 años, inquietos, “pijos”…con unos ideales muy alejados de los que yo pretendía…

Me sentí hundido. Se lo dije en una clase, con tintes de amargura y frustración. También de quejas; los Superiores me había destinado a perder el tiempo…que podría invertir en otros sitios. No merecía la pena el tiempo y tanta energía gastados…

Y aquí vino la sorpresa, que para mi fue iluminación. Al terminar mi elegía (Composición poética del género lírico en la que se lamenta la muerte de una persona u otra desgracia, sermón fúnebre), endecha (afligirse, entristecerse, lamentarse.) se me acercó un chico de los revoltosos y me dijo en un aparte; “usted siga hablando, escuchamos mucho más de lo que usted cree”.

Me apeó del caballo. Y aprendí que somos simples sembradores. Nada más. Y nada menos. Que debemos sembrar buena semilla, buen ejemplo y autenticidad en lo posible, de vida.

Y nada más. Dios., por sus caminos, sabe lo que hace. Tú, siembra y ruega…No te desanimes. Dios trabaja en el corazón de sus hijos con más competencia y cariño que nosotros…

Leonardo Molina S.J.

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